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domingo, 18 de septiembre de 2011

Julio López, un ejemplo de dignidad y valor

Por Haydeé Gómez
Jorge Julio López nació el 25 de noviembre de 1929 en Elordi, un pueblo cercano a General Villegas, provincia de Buenos Aires. Hijo del español Eduardo López y de Consuelo Rodríguez.
Sus padres eran cuidadores de un campo de la zona y Julio dejó los estudios primarios en cuarto grado, para ayudarlos. Tenía cuatro hermanas y un hermano.
En 1962 se casó con Irene, con la cuál tuvieron dos hijos, Rubén y Gustavo. Para entonces ya trabajaba en la construcción, oficio que aprendió de su primer patrón, el dueño de una empresa que hacía remodelaciones. Irene también tiene cinco hermanos y al igual que su marido, trabajaba en las quintas.
Fue militante de base, en unidades básicas peronistas barriales, y desde 1985 afiliado al Partido Socialista de La Plata. Estuvo desaparecido, por primera vez, desde el 21 de octubre de 1976 hasta el 25 de junio de 1979, durante la última dictadura militar argentina. Mientras estuvo detenido, de Arana pasó a la comisaría 5ª de La Plata, luego a la 8ª y en marzo de 1977 a la Unidad 9, donde estuvo 812 días a disposición del PEN.
Luego de treinta años del último golpe de estado, y habiéndose derogado las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, Miguel Etchecolatz, quién fuera Director de Investigaciones de la Provincia de Buenos Aires, encargado de uno de los centros de detención clandestinos y mano derecha del ex General Ramón Camps, durante el gobierno militar de facto, fue el primer acusado y juzgado por genocidio. Julio López era querellante en la causa y sin duda un testigo clave, ya que con sus declaraciones involucraba a por lo menos 62 militares y policías. Debido a su testimonio, Miguel Etchecolatz se halla detenido en una cárcel común, condenado a cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad.
Luego de la condena de Etchecolatz, Julio López pasa a ser desaparecido, por segunda vez, el día 18 de septiembre de 2006, en la ciudad de La Plata, durante la “presidencia democrática” de Néstor Kirchner.
La causa que investiga el secuestro y desaparición de Julio López se encuentra paralizada desde hace al menos 2 años.
Ya van cinco años de irregularidades, encubrimientos y complicidades políticas, que refuerzan la impunidad de la que gozan, los responsables de la desaparición de Julio López. Cinco años ya que exigimos una real investigación, juicio y castigo a todos los responsables, intelectuales, materiales y cómplices, de su secuestro y desaparición.
La historia, nuestra historia, habla por sí sola. La desaparición forzada de personas, es una figura ligada socialmente a los gobiernos de facto. En el caso de Julio López, esta figura de vuelve mucho más terrible aún, porque su última desaparición fue y es durante gobiernos supuestamente democráticos, bajo los cuales deberíamos todos, poder caminar tranquilamente por las calles, sin miedo a ser secuestrados por nuestra forma de pensar y menos aún, por creer en la verdad y la justicia y tener el valor de seguir luchando por ella.
Al momento de declarar en el Juicio oral y público, Julio López tenía 76 años de edad. Me estremece pensar que era “un abuelo”, como otros/as que a su edad juegan con sus pares a las bochas; que ayudamos a cruzar las calles, tomándolos del brazo; o que tejen para sus nietos, con la poca vista que les queda. Me estremece pensar que no se quedó sentado, al lado de una ventana, pensando “ya está, yo a esta altura ya no puedo cambiar nada”. Me estremece pensar, que con casi 80 años, eligió una vez más no venderse, eligió una vez más la verdad, eligió una vez más justicia para su pueblo, para nuestro pueblo, para nosotros. Me estremece pensar que con su ejemplo, no tenemos más opción que seguirlo, si queremos llamarnos personas dignas.





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