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jueves, 24 de mayo de 2012

La revolución es un sueño eterno


Desde muy chicos se nos enseña que la Revolución de Mayo fue un acto aislado y espontáneo que determinó de una vez y para siempre a nuestra historia y a nuestra nación tal cual la conocemos hoy en día. También se nos mal-enseña a la Revolución como una hecho acabado, como un asunto cerrado hace más de 200 años y con el que se lograron todos los objetivos que se habían propuesto los revolucionarios de entonces. Pues bien, NO FUE ASÍ. La revolución que conmemoramos cada 25 de Mayo, fue en realidad un proceso largo, violento, lleno de conflictos, alianzas y traiciones. El pueblo que según nos cuentan, golpeaba las puertas del cabildo aquella mañana lluviosa del 25, sabía bien de qué se trataba, y parte de ese pueblo estaba allí acompañando el proceso revolucionario que organizaciones políticas habían puesto en marcha con el objetivo de lograr la independencia política respecto a la monarquía española. La revolución triunfante nos liberó de la tiranía española, es cierto, y se expandió por todo el continente del brazo de San Martín, Belgrano, Artigas, Juana Azurduy y otros próceres, también eso es cierto, pero lejos estuvo de completar la tarea que se habían propuesto los revolucionarios; lejos estuvo de cumplir el noble objetivo de refundar la sociedad sobre los principios de igualdad entre seres humanos, independientemente de su origen social, su etnia o el color de su piel. Una patria grande con la tierra repartida democráticamente entre todos sus habitantes y donde el hambre, la esclavitud y la opresión en todas sus formas fueran cosa del pasado.
De nada sirve revisar y recordar nuestro pasado si no utilizamos ese acto de memoria para analizar y criticar nuestro presente.

¿Está presente en nuestra sociedad actual, la explotación laboral de ricos sobre pobres?

¿Se discrimina, persigue y tortura a hombres y mujeres por su origen, su color de piel o condición social?

¿Siguen siendo mayoría los hombres y mujeres sin tierra, sin oportunidades de trabajo y desarrollo pleno de todas sus capacidades humanas?

¿Sigue habiendo crímenes sin justicia, corrupción sin castigo, delitos sin cárcel?

¿Seguimos dependiendo de poderes políticos y económicos que desde lejanos países determinan nuestra vida?

Si la respuesta a estas preguntas sigue siendo un doloroso SÍ, entonces la revolución iniciada en 1810 no habrá concluido y seguirá vigente en los hombres y mujeres que no se rinden, que siguen el camino iniciado por Moreno, Castelli y Monteagudo. A nosotros nos toca hoy ser ese pueblo que sabe de qué se trata y lucha.
Espacio Docente

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