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sábado, 13 de noviembre de 2010

Evaluación formativa y condiciones laborales: dificultades y desafíos

Por la Prof. Cristina Urtizberea

“Si la única herramienta de que disponemos es un martillo, veremos al mundo y a sus objetos como si fueran clavos.”
                                                                    (Eisner, 1997, citado por Litwin)

¿Qué tipo de evaluación existe en las escuelas? ¿Qué relación hay entre lo que los docentes sabemos sobre cómo enseñar, sobre lo que queremos hacer y lo que el sistema educativo nos permite realizar? ¿Qué posibilidades tenemos de mejorar nuestras prácticas teniendo en cuenta las condiciones laborales actuales?
En la escuela actual conviven diferentes concepciones de la evaluación, se asocia al tipo de evaluación diagnóstica, a la formativa, pero sobre todo se asocia con la sumativa y más específicamente se relaciona evaluación con acreditación. La formativa permite analizar no solo el aprendizaje de los alumnos sino que permite analizar la práctica docente.
Michael Scrivens acuñó la frase de evaluación formativa para diferenciarla de la sumativa, llamada también compendiada#, en el año 1976. Actualmente la evaluación formativa no se refiere solamente a la evaluación de los aprendizajes, sino que se traslada a todos los elementos de la educación. La evaluación abarca el contexto de la actuación educativa, esto significa que no se evalúa solamente al alumno sino que son responsables también los docentes y la escuela.

Lo que caracteriza a la evaluación formativa es que evalúa durante el proceso de enseñanza aprendizaje y no recién al final de la enseñanza, como la sumativa, más común en las escuelas. Es decir que la principal diferencia entre la sumativa y la formativa es el propósito. La primera busca acreditar y la segunda se centra en el proceso de aprendizaje de los alumnos. Sin embargo que este tipo de evaluación se realice para investigar cómo están aprendiendo no es suficiente para definirla. Si solamente se van a considerar los aprendizajes de los alumnos estaríamos desperdiciando los resultados, se debe aprovechar la información obtenida para modificar, repensar las planificaciones, los contenidos, los recursos y la metodología del profesor. Sin dejar que la evaluación estructure las prácticas, se puede utilizar como una herramienta para analizar las prácticas y las propuestas docentes.
La evaluación formativa es más útil que la sumativa (meramente descriptiva y sobre todo selectiva), ya que, aunque es más difícil de implementar, permite perfeccionar la enseñanza. La formativa se destaca por no ser meramente descriptiva; para esta forma de evaluar el resultado es sólo un componente, también importan las causas de ese resultado y cómo mejorar las prácticas educativas.

Por otro lado la evaluación se ha visto influenciada por la idea de que a cada alumno le corresponde una aptitud y que esta no se modifica; sin embargo el tiempo, la motivación del aprendiz y la metodología son sus variables. La idea de que la aptitud no es estática es clave en la posibilidad de llevar a cabo una evaluación formativa. La aptitud es la cantidad de tiempo requerida por el alumno para alcanzar un aprendizaje. Muchos más jóvenes pueden lograr éxito en los aprendizajes si se realiza una buena adaptación de la metodología (la acción que se busca con los resultados de la evaluación formativa). Esta forma de evaluación considera las diferentes necesidades de los alumnos.
La evaluación se transforma a veces en un momento traumático.
Uno de los principales componentes de la evaluación formativa es la autoevaluación, que solo se logra si el alumno tiene en claro los objetivos y los criterios de para poder regular su propio aprendizaje. Teniendo en cuenta esto se diferencia la evaluación formativa de la formadora, la primera está dirigida por el docente y la segunda se centra en la regulación llevada a cabo por el propio alumno, que logra mejorar su aprendizaje, descubriendo que aspectos puede mejorar de su aprendizaje, considerando sus errores. La formadora parte de la iniciativa del que aprende y surge de la reflexión y la valoración que hace de sí mismo, de esta manera el aprendizaje está garantizado.
Además la evaluación formativa se caracteriza por valorar el error, la base del autoaprendizaje y de esta manera es motivadora para los alumnos ya que plantea metas más próximas y hace factible más que ninguna otra práctica, la autoevaluación. Le permite tomar conciencia sobre lo aprendido y al docente analizar su práctica y su implicancia en el aprendizaje.
Sin embargo, pese a los aportes teóricos y la idea de que cada momento requiere un tipo diferente de evaluación, la concepción más común de evaluación en la educación es la referida a la sumativa y tradicionalmente asociada a la acreditación. Existe una demanda social que exige al sistema educativo la certificación de que se han adquirido los aprendizajes que le permiten al alumno conseguir un empleo o movilizarse en el sistema educativo.
Sentido político de la evaluación:
Autores como Rosales y Litwin destacan a la competencia como un factor importante en algunas prácticas escolares. Brunner propone que la evaluación sea una instancia de producción grupal, solidaria y no un instrumento de acreditación y de supervivencia, donde está prohibido ayudar al otro. Critica, por ejemplo, las evaluaciones sorpresa y la falta de explicitación de los criterios, ya que no le permiten al alumno un real control de los aprendizajes.
Además explica que hay dos ficciones en la educación: el docente dialoga con los alumnos para descubrir lo que estos no saben e intentan ocultar, el docente solo pregunta aquello que sabe. Según Brunner, si en el aula no existiera la búsqueda de evaluar, si no se estuviera clasificando todo el tiempo, la ficción desaparecería y los alumnos y el profesor entablarían un diálogo.
Esta apuesta por la solidaridad y el diálogo que propone Brunner es lo que los documentos sobre la evaluación formativa llaman “retroalimentación”, que consiste en la ayuda que el docente y los alumnos brindan a sus compañeros con el fin de colaborar con sus aprendizajes, es la información que un grupo brinda a otro.
Además la evaluación formativa no implica solo beneficios en los resultados finales, evita que “se acumule el error” y que se repita el ciclo. Si bien requiere de más preparación, es más económica para el Estado.
Diferentes especialistas destacan la ausencia de la evaluación formativa en las prácticas escolares debido a que requiere de un trabajo personalizado que no se puede llevar a cabo con las condiciones laborales de los docentes. En un aula superpoblada, con treinta y cinco o cuarenta alumnos por curso, resulta imposible modificar la metodología según las necesidades de cada alumno, como requiere este tipo de evaluación. Otro problema está representado por el tiempo: los resultados de este tipo de evaluación requieren de la inmediatez y a su vez la comunicación de los resultados requiere de más tiempo con cada estudiante, esto genera una dificultad cuando los profesores están sumamente atareados con varios cursos, con grandes cantidades de alumnos y con un sistema que no considera a la evaluación como un proceso.
Esta idea de la evaluación brinda múltiple beneficios, contribuye a mejorar las planificaciones de los docentes y los aprendizajes de los alumnos, aumentando su autonomía y reflexión, genera beneficios económicos al Gobierno ya que evita que muchos estudiantes repitan el año, impide que se acumulen los errores y los alumnos desaprobados, permite generar ambientes de solidaridad, disminuye la competitividad. Sin embargo requiere que se mejoren las condiciones de enseñanza aprendizaje, desde el contexto, los materiales de estudio, la cantidad de niños o jóvenes por curso. La calidad del aprendizaje está condicionada por la cantidad de aprendices a los que debe ayudar un profesor, necesita de una actitud diferente hacia la evaluación, los aprendizajes y los alumnos.

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