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sábado, 7 de enero de 2012

Fuego en la Comarca


Por Raquel Caprano.
Epuyén, 6 de enero de 2012

"Compañera hay que escribir, de lo que sea…" Este mandato extremo tal vez sea lo que hoy me pone frente al teclado, o tal vez sea que cuando la angustia invade el alma compartir con otros parte de ese dolor ayuda a enfrentarlo.
Hoy tengo un mantra repetitivo en la memoria “que se apague el fuego, que se apague el fuego”, todos el días, todas las noches de esta última semana la frase rondó mi mente, y hoy, bien temprano, el sonido de los aviones pasando sobre mi casa, me obligan a hacer algo para no sentirme una inútil ante un hecho que me supera.
Podría contarles de cómo se inicio este nuevo incendio en la Comarca Andina, podría hablar, tal vez, de las hipótesis que rondan, de los cientos de brigadistas y vecinos luchando contra el gran monstruo… podría, pero para saber sobre todo eso están los diarios y la radio, compañera fiel para todos nosotros. Hoy siento ganas de hablar sobre qué representan los bosques y los incendios para los cordilleranos y para mí en particular.
El bosque… ese gran, gran compañero que pobló de leyendas y mitos mi infancia y adolescencia; ese lugar venerado y que desde muy chiquita me enseñaron a cuidar con frases del tipo: “cuidado con esa rama, al arbolito le duele si hacés eso”, eran y son cotidianas, ahora se las decimos a mis sobrinos, que nos miran con ojos de asombro, pero enseguida dejan lo que hacen.
El bosque… un compacto de individuos que rodean de vida, ese ser que me transmite humildad ante lo efímero de mi propia existencia, ese amigo hoy esta sufriendo.
Un enemigo temible lo asecha y pretende vencerlo, el fuego. Así como el bosque forma parte de mis sueños, los incendios poblaron mis pesadillas.
La memoria histórica se marca con estos hechos, “fue antes o después de tal incendio“, “Pasó cuando se quemó tal parte“, “Fue ese verano, el del incendio de…”. Y así podría seguir. Me interrumpe el teléfono… 8:15 hs., corró a atenderlo, mi hermana: “Raquel, los brigadistas en El Hoyo necesitan botellas de medio litro y bidones para nafta, busca en casa, hay que comprar agua para llevarles” Se suspende todo lo que se esté haciendo y se corre a cumplir con esa mínima tarea, esto forma parte de cualquier incendio, pero es urgente en el que hoy me quita el sueño.

Vuelvo… ¿¿en qué estaba?? Ah, los incendios, ellos no solo están en la memoria viva de los vecinos, también se transmiten de padres a hijos, en mi caso creo que el temor a los incendios empezó con mi abuela, a la que no conocimos, pero cuyas anécdotas poblaron la vida de toda la familia. Entre ellas está la primera vez que sus hijos la vieron llorar, fue cuando se quemó el Pirque… ese gran incendio sin tiempo, porque mi padre y mis tíos no recordaban el año, simplemente el miedo.
También los incendios se quedan en los quemados… esas zonas que recorremos buscando renuevos… deseándolos y festejando cada hojita verde que surge entre el negro y el gris. Allí, en las caminatas por la montaña, uno siente el dolor nuevamente, pero la vida que lucha por volver te obliga a una sonrisa, te lleva a la alegría.
Las horas van pasando y el calor sigue arrasando. Hoy el incendio avanzó raudo por la ladera del Pirque, el primer parque provincial del Chubut, toda una lucha dada y ganada. Ahora columnas de humo pueblan sus laterales y parecen comérselo, la angustia crece, los esfuerzos humanos parece que no alcanzaran, sólo nos queda esperar a que la naturaleza tome cartas en el asunto y envíe una lluvia salvadora, igual hay que seguir luchando…



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