Prof. Maríta Quiroga
“Si ocurriera entre países la llamaríamos guerra, si fuera una enfermedad, la llamaríamos epidemia, si fuera un derrame de petróleo, lo llamaríamos desastre. Pero les ocurre a las mujeres y es un aunto de todos los días. Es la violencia contra las mujeres, es el acoso sexual en el trabajo y el abuso sexual de las jóvenes. Son los golpes que sufren millones de mujeres todos los días. Es la violación en casa y en una cita amorosa
Es el asesinato”
Michael Kaufman
Los movimientos sociales, en particular los movimientos de mujeres, han sido fundamentales en la denuncia de situaciones de maltrato y violencia de género, y han ocupado un rol fundamental en la modificación y sanción de nuevas leyes.
Sin embargo hay un campo de lucha crucial, que se da en el espacio cotidiano de la vida de las personas, en el “estrato denso de las actitudes”#, en la difícil y compleja trama de las subjetividades, que todavía está en ciernes.
Es decir, no alcanza con que existan leyes sobre violencia hacia las mujeres, o que tratados internacionales como la CEDAW (Convención contra la Eliminación todas las formas de Discriminación hacia las Mujeres, siglas en inglés) tengan rango constitucional en nuestro país desde el año 1994, si no se pueden operar cambios en las conductas, actitudes y relaciones que entablan los sujetos y sujetas (alumnado, profesorado, directivos) al interior de las escuelas, que es el ámbito que nos ocupa por ser éste un espacio de reflexión colectiva de y para colegas docentes.
Propongo como una primera acción, abordar el tema de la violencia, que puede configurarse de múltiples y sutiles maneras; tanto que en ocasiones se hace imperceptible y natural.
La violencia, entonces, puede definirse como un acto intencional, dirigido a controlar, someter, agredir o lastimar a alguien más. Puede expresarse de manera colectiva como individual, y en los diferentes espacios de relación de las personas (en la familia; en el trabajo, en la escuela). Es ejercida por las personas que tienen el poder en una relación, como el padre y/o la madre sobre los y las hijas, los y las jefas sobre los y las empleadas, los hombres sobre las mujeres, las personas jóvenes sobre las ancianas, etc.
La violencia ocasiona daños severos, en muchos casos irreversibles, ya sea que se dé una sola vez o se repita. Implica un abuso del poder mediante el empleo de la fuerza, sea de tipo política, económica, física o psicológica.
Es importante aclarar que:
a) La violencia no es natural, es una construcción social. Es provocada socialmente por las relaciones de dominación y subordinación entre los seres humanos. El patriarcado es un sistema en el que los varones dominan sobre las mujeres. Marta Fontenla lo explica del siguiente modo: [] “… el patriarcado puede definirse como un sistema de relaciones sociales sexo–politicas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones, quienes como grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o mediante el uso de la violencia.”#
b) La violencia es dirigida e intencional: un insulto, un golpe, una mirada o una palabra, para que sean considerados como actos violentos deben tener la intención consciente o inconsciente de dañar. Y es dirigida porque no se violenta indiscriminadamente, ni de la misma manera en todos los casos. Muchas veces se elige violentar a las personas más cercanas, con quienes existe un lazo afectivo (la familia, la pareja, las/los compañeras/os de trabajo, etc.), contra quien aparece como más débil, o contra quien se considera vulnerable o incapaz de defenderse. Muchas veces hay una naturalización de lugares y situaciones que dificulta el registro de la violencia que portan, por ejemplo, los chistes machistas o racistas se sostienen en estereotipos y en la asignación de lugares subalternos de grupos de mujeres, negros/as, indias/os, etc.
La violencia se ejerce de diferentes maneras, e incluye desde una ofensa verbal hasta el homicidio:
Violencia verbal: Incluye los insultos, los gritos, las palabras hirientes u ofensivas, las descalificaciones, las humillaciones, las amenazas, los piropos que causen molestia, etc.
Violencia emocional o piscológica: La violencia emocional se ejerce a través de palabras, gritos, gestos agresivos, malos tratos, falta de atención, silencio y chantajes, que buscan denigrar, intimidar, amenazar o manipular a la persona violentada, y aunque aparentemente no dañan, lo hacen profundamente, destrozando la autoestima y la estabilidad emocional.
Violencia económica: Es una de las prácticas más sutiles de la violencia, que consiste en el control o restricción del dinero o de los bienes materiales como forma de dominación, control o castigo.
Violencia física: incluye aquellos actos que dañan el cuerpo y la salud física: los empujones, bofetadas, puñetazos, puntapiés y los golpes con objetos. Este tipo de violencia muchas veces deja cicatrices, enfermedades que duran toda la vida, y lesiones leves o severas, que incluso pueden causar la muerte.
Violencia sexual: Es todo acto verbal o físico con connotaciones sexuales que se realiza contra cualquier persona sin su consentimiento, que vulnera su libertad y daña su autoestima y desarrollo psicosexual, y que le genera inseguridad, sometimiento y frustración, malestar. Sus formas son el hostigamiento, el acoso, el tráfico y la explotación sexual, el incesto, el estupro y la violación.
Hay mucho que podemos hacer desde nuestros lugares cotidianos para contribuir a la erradicación de la violencia en general y la de género en particular:
1. Escuchar a las mujeres. No minimizar las situaciones o cuestionar a la persona que denuncia ser objeto de violencia. Una agresión no tiene que dejar marcar físicas para constituir violencia.
2. Aprender sobre cómo nos hacemos varones y mujeres; sobre lo que se nos enseña y lo que se espera de unos y otras.
3. Desaprobar públicamente a los hombres que emplean términos o cuentan chistes degradantes para las mujeres, porque allanan el terreno para que otras formas de violencia tengan lugar.
4. Denunciar las situaciones de violencia (vividas personalmente u observadas en otros espacios o entornos: trabajo, medios de comunicación, familia). No justificarlas ni considerarlas como naturales.
Bibliografía: Manual de las mujeres – Sec. De Cultura Presidencia de la Nación (2007); Ed. Sexual y Prevención de la violencia – Liliana Pauluzzi, Hipolita Ediciones (2006); Articulaciones sobre la violencia contra las mujeres – Sánchez y Femenías – Edulp (2008).-
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