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jueves, 24 de febrero de 2011

LA SOJA: UN TRANSGÉNICO MADE IN ARGENTINA

Profesora Mónica B. Bassani

“Sin saberlo ni quererlo, en estos momentos, tanto vos como toda tu familia están comiendo alimentos obtenidos a través de la ingeniería genética. Los organismos modificados genéticamente (OMG) no obedecen a un requerimiento de la UNICEF o de la OMS, sino a la lógica del mercado” Greenpace.

Los transgénicos nacen de la necesidad de lograr cualidades buenas o deseables de un alimento. Esto se alcanza a través de la ingeniería genética que transfiere artificialmente la información específica de un tipo de organismo a otro, de esta manera manipula el ADN de los alimentos para dotarlos de ciertas propiedades interviniendo en su información genética. El objetivo que se propone es lograr una vida comercial mas larga, resistencia a los herbicidas, a las condiciones ambientales adversas como sequias heladas, plagas de insectos y enfermedades. En la actualidad continúan las controversias entre organismos no gubernamentales, los científicos y las megaempresas sobre los beneficios o riesgos que pueden tener los cultivos transgénicos, para la salud del ser humano (resistencia de los organismos a los antibióticos, alergias, problemas neurológicos, renales, estomacales, cardiacos , ceguera, la creación accidental de enfermedades, resistencia de hierbas malas a los herbicidas y pesticidas, la modificación genética de algunos animales enfermos, la contaminación del medio ambiente por la creación de nuevas bacterias y virus, que podrían poner en peligro la ecología. Actualmente se venden en el mercado alimentos que contienen OGM: carnes, salchichas, medallones, supremas, rebozados o bocadillos de pollo, hamburguesas, patés, pastas, cereales, golosinas, lácteos, panes, galletitas, productos de repostería, jugos, cervezas, papas fritas, aceites, etc. que consumimos quizás sin saber que son perniciosas para nuestra salud.

Argentina es el segundo productor de alimentos transgénicos: entre los principales cultivos se pueden mencionar la soja, maíz y algodón, pero la soja se ha constituido en uno de los principales productos que Argentina exporta al mundo con una alta rentabilidad para los agricultores y por ende para el país. La utilización se semillas transgénicas ha permitido aumentar la productividad notablemente, reducir los costos al disminuir el uso de pesticidas y herbicidas, una medida positiva para la conservación de los suelos. También se evidenció una notable mejora en la competitividad que se tradujo en el aumento de todos los índices: área sembrada, rendimiento, productividad y producción, desplazando al resto del complejo cerealero e incluso al complejo del petróleo y gas en el 2001.
Además grandes multinacionales, no alcanzan a diez empresas, están realizando inversiones significativas que contribuyen al incremento del Producto Bruto Interno (PBI), pero la contracara es que están creando un monopolio sobre la agricultura y la alimentación mundial.
Pocos se oponen a comercialización, alegando los enormes beneficios económicos, pero la verdad es que el paquete tecnológico vinculado al cultivo de la soja está produciendo una fuerte disminución del trabajo agrícola permanente y por ende del número de trabajadores rurales; un aumento de los trabajadores temporarios, una fuerte concentración de la tierra, suelos muertos, una disminución del número de explotaciones agrícolas vinculados a la alimentación popular (papa, batata, lenteja, arveja, hortalizas),aumento de la pobreza, la marginalidad y la precarización laboral, disminución de cuatro de cada cinco puestos de trabajo, contaminación genética, salud deteriorada en general, etc.
El Estado tiene varios problemas para resolver con respecto a su política comercial en pos de garantizar las exportaciones: la desconfianza de los consumidores sostenidos por las campañas realizadas por Greenpace, insuficiente control de los organismos para avalar la producción segura de los alimentos, escasa legislación en el tema, disposiciones que aún no han entrado en vigencia y que se han acordado en el 2000 (Protocolo de Bioseguridad), etc.
Si bien la ley 24240 de Defensa del Consumidor exige a las empresas que todos los productos para consumo deben contener información veraz, detallada, eficaz y eficiente a fin de proteger y evitar que los consumidores se vean perjudicados, todavía en nuestro país no hay una legislación que obligue a las empresas a colocar rótulos que indiquen que un alimento es transgénico.
De nosotros depende, nosotros elegimos lo que queremos consumir, ¿aceptamos un alimento transgénico? Lo más importante es informarse para después decidir.





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